Hoy he querido volver a escribir
Volver a insultar a aquellos nobles posados en las letras
Caballeros de la sierra blanca, que con su pluma esparcen palabras
Como conciencia envían los pobres
Como dinero escupe el dueño
He querido volver a escribir pues
Aunque cueste
Porque los gritos plasmados suenan más que cincuenta coros
Escribo porque en el corazón del hombre
Faltan plumas y tinteros
Porque mis sollozos mueren con el viento
Y quien los encuentre flotando
Comprenda y viva lo que yo siento
He vuelto a escribir porque me ha faltado vida
Me ha faltado tino y congruencia
Razón, impulso y conciencia
Porque necesito del empuje en si mismo
Y sentir en mis propias palabras
Que el alma vuelve a mi cuerpo
Para renacer de mis cenizas.
Nakzo.
viernes, septiembre 17, 2010
Memorias de un viejo hombre
Meses atrás caían uvas desde el viejo ermitaño
Con su gran bastón fanfarroneaba sobre la juventud
Recordaba sus tiempos de antaño
Esos días donde el viejo gozaba de buena salud
Y de buen humor
Poco a poco el anciano lagrimeaba aquellos sutiles momentos de saber
Esas veces que tuvo que caer,
Aprehender
Recorrer
Y valorar ciertas cosas que con el mismo tiempo
Fueron perdiendo su valor.
Años y años acompañaron a aquel hombre,
Tantas calles recorría, tantas noches, tantos días
Lugares destellados, ciudades sin nombre
A veces él iba, se quedaba, volvía
Siempre supo el rumbo de su vida
Y nunca supo el camino correcto
Pero un día su mano, en Excálibur se posó
Y la mirada de un joven de pronto fue otra cosa
Algo intuía la verdad de sus rituales
Y de un salto, nado y poza
El ermitaño encontró la respuesta
Cada día de mi vida ha valido uno y mil centavos
Y por este mismo precio he de vender mi alma
Que mi vida ha de valer menos que mil fortunas
Pero conocer el amor, créanme, es impagable.
Nakzo.
Con su gran bastón fanfarroneaba sobre la juventud
Recordaba sus tiempos de antaño
Esos días donde el viejo gozaba de buena salud
Y de buen humor
Poco a poco el anciano lagrimeaba aquellos sutiles momentos de saber
Esas veces que tuvo que caer,
Aprehender
Recorrer
Y valorar ciertas cosas que con el mismo tiempo
Fueron perdiendo su valor.
Años y años acompañaron a aquel hombre,
Tantas calles recorría, tantas noches, tantos días
Lugares destellados, ciudades sin nombre
A veces él iba, se quedaba, volvía
Siempre supo el rumbo de su vida
Y nunca supo el camino correcto
Pero un día su mano, en Excálibur se posó
Y la mirada de un joven de pronto fue otra cosa
Algo intuía la verdad de sus rituales
Y de un salto, nado y poza
El ermitaño encontró la respuesta
Cada día de mi vida ha valido uno y mil centavos
Y por este mismo precio he de vender mi alma
Que mi vida ha de valer menos que mil fortunas
Pero conocer el amor, créanme, es impagable.
Nakzo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)